Y yo tartamudeando, recordaba el primer día que te conocí. Aquel primer beso que sellaste en mi mejilla, era igual que tu, venia sin avisar, suave y dulce.
Así que desde aquella primera vez, empecé a creer en ti. Al principio lo desconocía, la típica risa tonta que se te escapa, ese cosquilleo al verte, ese tartamudeo.
Y ahora no podía parar de recordar los momentos que compartía a tu lado, el esconderme en tu pecho y que tus dedos juguetearan con mi pelo. Observar Barcelona de noche, a tu lado, debajo de las estrellas y al lado de la luna. Que aparecieras en medio de millones de personas, y me taparas los ojos, y saber desde ese preciso momento, que tu eres los ojos que me guían.
Así que si me lo preguntan, no tengo más remedio que decir, que creo en ti. Porque desde que te vi, me di cuenta que no importa el tiempo, ni el pasado, si no que desde un preciso momento las cosas pueden empezar a caminar por si solas. Que los imposibles existen. Y tu existes. Y no importa si al final no ha valido la pena, porque yo he sido feliz mientras tu me regalabas tus sonrisas. Soy feliz porque creo en ti.
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